martes, 17 de mayo de 2016

la vida imaginada texto de Natalia Alonso Arduengo


Aquí va el texto para la exposición en la Galería Gema Llamazares de Gijón escrito por Natalia Alonso Arduengo que se podrá ver hasta el 15 de julio.
   La vida imaginada 
  El tiempo vencido: ¿acaso no es esta, quizá, la mejor definición del arte? Balthus, Memorias René Descartes, adalid del sensualismo estético francés del siglo XVII, defendió que el arte no estaba guiado por la razón sino que era un producto subjetivo de la imaginación. Su mapa de la mente humana, conformado por dos esferas de conocimiento, distinguía entre la razón (conocimiento superior) y la intuición (conocimiento sensible). En el punto intermedio de estos niveles se localizaba la imaginación directamente vinculada a la estética. Siguiendo esta línea de pensamiento el empirista inglés Joseph Addison, autor de Los placeres de la imaginación (1711-1712), defendió la existencia de tres esferas del conocimiento humano: la esfera inferior correspondiente a la intuición, la esfera superior vinculada a la razón y la esfera intermedia ligada a la imaginación como facultad estética y creadora.
   El nuevo proyecto de Federico Granell es una oda a la imaginación y una reivindicación de su capacidad como elemento esencial para la creación artística. Bajo un aura de realismo mágico, ensoñación y nostalgia, el artista se aferra a esta aptitud defendida por la estética prerromanticista para contar una historia basada en hechos reales. Decía Balthus en sus Memorias que “pintar es una actividad completa, que ocupa todo el tiempo, y cuando no pintas realmente, sigues pintando”. Granell es uno de esos pintores que también pinta incluso cuando no sostiene un pincel en la mano. Leer, ver una película, escuchar una canción o el encuentro fortuito con un objeto antiguo son actos indesligables de su proceso creativo, forman parte de él del mismo modo que el modelado de una escultura, el dibujo o la elección de un determinado color. El punto de partida de este relato imaginario del artista es un objeto encontrado, descontextualizado y cuyo significado originario se ha perdido. ¿El lugar de la revelación? Un mercadillo parisino. ¿El objet trouvé? Un álbum de fotografías familiar. ¿El contexto? Unas pocas anotaciones en sus páginas indican que, una vez abiertas las cubiertas, nos trasladamos a la Alemania del año 1936: período de entreguerras, clima prebélico, Hitler y el Tercer Reich, nacionalsocialismo, antisemitismo y los Juegos Olímpicos de Berlín filmados por Leni Riefenstahl. En medio de estas circunstancias históricas se sitúa la vida de una familia recogida en un álbum cuyas fotografías han sido cercenadas de raíz. Hablamos de la memoria y del olvido. Retazos del pasado que emergen en el presente y devienen en objeto de rescate para el artista con la idea de protegerlo de la erosión del tiempo.       Esta necesidad se pone doblemente de manifiesto en algunas de las obras de la exposición que emplean como soporte elementos procedentes de la antigua fábrica de loza de San Claudio, en Oviedo. Así, una serie de cerámicas y tablas de madera recuperadas de entre las ruinas, se convierten en el cimiento sobre el que representar diversas escenas de esta familia alemana. 
  La custodia del pasado es leitmotiv de la pulsión creadora de Granell y conecta su nueva muestra con el anterior trabajo presentado en Madrid bajo el título “Los últimos veranos”. En esta exposición, recorrida por un halo de melancolía, abordó el estado de abandono de la arquitectura civil e industrial del patrimonio asturiano. La decadencia de las casas de indianos, fábricas y almacenes representativos de la región, se convirtió en el hilo conductor de una reivindicación velada que apelaba a la necesidad de salvaguardar el pasado para vivir el presente. 
   Según Paul Ricoeur, el pasado recordado y el presente tienen una continuidad temporal que se da a través de la memoria la cual, a modo de depósito, almacena los recuerdos y nos permite remontarnos desde el presente hasta los acontecimientos más remotos de la niñez. En el proceso creativo de este artista para la nueva exposición, la función de la memoria ha sido asumida por la imaginación y, de una forma lúdica, la huella del pasado la pinta en el presente. 
   Los huecos dejados en el álbum por las fotografías ausentes han sido sustituidos por dibujos a tinta que constituyen la puesta en escena de una biografía imaginada, de una vida de ficción con arraigo en una realidad interpretada a partir de unas escasas líneas escritas a mano en las páginas del cuaderno. Fechas, nombres de ciudades y alguna que otra anotación más. Falsas fotografías que, a su vez, son esbozo de las escenas plasmadas en los lienzos. Las imágenes recreadas remontan el curso del tiempo fusionando el pasado con el presente. El tiempo ha sido vencido y se materializa en la ubicua figura del niño para el cual no hay período pasado o futuro, la ingenuidad de la infancia le hace vivir en el ahora. Esta idea cobra especial simbolismo en las instalaciones escultóricas, en las que niños de rasgos físicos sin individualizar y actitud ensimismada, se presentan en escenografías teatrales de atmósferas enigmáticas y oníricas enfrentando al espectador a interrogantes e incitando a la reflexión. Una carga conceptual y psicológica que las vincula, en cierto modo, a las esculturas de Juan Muñoz.
   El tempus fugit vertebra el trabajo de Federico Granell siendo las iconografías del reloj y la calavera su memento mori. Pero la suya no es una meditación pesimista a la manera de una vanitas barroca, oscura y lúgubre, que reflexiona sobre la brevedad de la vida y lo innecesario de las glorias terrenas. La cuestión aquí se centra en evitar la irreversibilidad del olvido y la necesidad de conservar los pequeños detalles de la memoria individual como parte de la memoria colectiva contribuyendo al fluir histórico.