domingo, 20 de diciembre de 2020

Grabado de Navidad para La Nueva España

Horizonte la historia ¿habrá acabado? ¿será el fin de su paso vagabundo? ¿quedará aletargado e inmóvil este mundo? ¿o será que empezó el tomo segundo? Del poema Lo dice Fukuyama Mario Benedetti En el romanticismo alemán la naturaleza ocupó un lugar primordial. Norbert Wolf, autor de una monografía de Friedrich, recogió en ella estas palabras del pintor: Tengo que entregarme a lo que me rodea, unirme con las nubes y las rocas, para ser lo que soy. Necesito la soledad para conversar con la naturaleza. El paisaje, como un estado de ánimo, funciona a modo de caja de resonancia psíquica de quien se abandona ante él a la contemplación meditativa. La obra de Federico Granell, deudora de esa sensibilidad, muestra a una figura de espaldas que dirige su mirada hacia el mar y hacia la lejanía del horizonte. Este sujeto, en soledad, se entrega a la vastedad de la naturaleza, se entrega al sentimiento de lo sublime teorizado por Burke. Su pequeñez resulta insignificante ante la infinitud del paisaje generando una ambivalencia entre la silueta, íntima y próxima, y la amplitud del panorama al que se asoma. Esa tensión se traduce en una interpretación bidireccional: el aquí y el ahora del ser-ahí heideggeriano y el futuro simbolizado por una línea del horizonte que trae consigo miedos e incertidumbres, pero también promesas y esperanza. Dice Rafael Argullol en su ensayo La atracción del abismo que el viaje romántico es siempre búsqueda del Yo y que el romántico viaja hacia afuera para viajar hacia adentro y, al final de la larga travesía, encontrarse a sí mismo. El viaje contemporáneo también es la búsqueda del ser-ahí que se encuentra históricamente a sí mismo en el mundo. Esa búsqueda del Yo sigue y seguirá, igualmente, en el posible tomo segundo sobre el que se interroga Benedetti. Con la figura de espaldas Federico Granell invita al espectador a completar la obra, a ponerse en su lugar, a escuchar el rumor del oleaje, a oler el salitre, a sentir el húmedo viento del Cantábrico. Y a componer, en función de cada cual, el sentido final de esa vista hacia el horizonte que puede ser el Todo y la Nada. En Más acá del horizonte, otro poema del uruguayo, leemos: el horizonte es filo inofensivo / y sin embargo hiere desde lejos. El horizonte es anhelo, es porvenir pero, asimismo, es desazón. Una dualidad inherente a todo pensamiento trascendental y que, a pesar de ello, no puede extraviarnos de nuestro anclaje vital recogido en los versos finales del citado poema: la verdad es que todo lo que amamos / todo lo que nos duele y lo que somos / existe más acá del horizonte. Natalia Alonso Arduengo Crítica de arte y comisaria independiente

Para iluminar un bosque en el CCAI de Gijón

 


¿Para qué sirve el dibujo?, repitió él pensativamente.

En realidad, estaba preguntando: ¿Para qué sirve el Arte?
Y yo ni me atrevía ni podía explicarlo.
«Los escolares y el arte», Lev Tolstói

¿Qué ocurre cuando los árboles no dejan ver el bosque? Esta frase proverbial del refranero español se dice cuando alguien no puede ver un asunto o una situación en su conjunto porque está prestando atención a los detalles. Hoy en día, más que prestar atención a los detalles, quien no puede ver el bosque es porque no presta atención a nada. O, mejor dicho, porque presta atención a todo y a nada. También puede ocurrir que los detalles que acaparan su interés sean insustanciales porque la contaminación visual del momento es tan potente que lo inunda todo saturando nuestras retinas y disminuyendo nuestro nivel de concentración. Lo que se moviliza ante nuestros ojos es un universo de superabundacia, de inflación estética, sostienen Gilles Lipovetsky y Jean Serroy. ¿Cómo ver entonces la profundidad del bosque? ¿Cómo apartar la maleza para llegar a lo importante, a lo esencial? Federico Granell y su séquito de acompañantes se encargan de iluminar el camino.

Hay dos maneras de visitar una exposición. Se puede acudir con el mero objetivo de decir “yo estuve allí” o directamente no decir nada, pero colgar un selfie en redes sociales. Mejor todavía, se puede publicar una story en Instagram que desaparezca a las 24 horas. Porque los tiempos que corren no son compatibles con la demora contemplativa, con el detenimiento, con el hecho de posar (o hacer reposar) la mirada y evadirse del mundo ni siquiera unos escasos minutos. Aquí entraría en juego la segunda manera de visitar una exposición que consistiría en asistir por el placer de ver las obras y de disfrutar de la pintura. En este sentido, hay una voluntad de conocimiento que se traduce en un deseo personal de saber más, de crecer intelectualmente y, en definitiva, de alcanzar mayor autonomía y libertad. La curiositases el motor de esta opción regida por la qualitas y no por la quantitas. 

En el ensayo La utilidad de lo inútilNuccio Ordine aboga por la utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista alejada de la lógica del beneficio y cuya importancia reside en ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu. En el universo del utilitarismo resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte, sostiene, y recurre a una cita de Eugène Ionesco para insistir en el abismo hacia el que se ve abocada una sociedad extraviada por el canto de las sirenas del interés económico exclusivamente orientado a la producción y al consumo: Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte. Y un país donde no se comprende el arte es un país de esclavos o de robots, un país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, un país sin espíritu. La calidad de vida no solamente está vinculada al retorno monetizable de todo aquello que realizamos. Las artes y las humanidades son fundamentales para la salud de la sociedad, para el desarrollo de la imaginación, para evitar la atrofia del pensamiento crítico. El cultivo de lo superfluo es una forma de resistencia.

¿Qué es necesario, entonces, para iluminar un bosque? La figura del Ermitaño del Tarot está representada por un anciano encorvado que alumbra con una especie de linterna o farol un bosque oscuro. Es una efigie que refleja la experiencia, el conocimiento, la sabiduría, la meditación en solitario, el silencio y el avance espiritual alejado del mundo material. Es un portador de luz que enfoca el camino de la vida a través de la introspección y de la reflexión interior. Ninguno de estos valores cotiza en bolsa. En la actualidad son una especie de ornamentos inútiles, pero Federico Granell ha decidido que su bosque sea iluminado por una comitiva de artistas que representan aquellas inquietudes que van más allá de lo estrictamente comercial y cuyo hacer es fruto del esfuerzo individual y la pasión. Partiendo del recuerdo de Georges La Tour, en estas obras la luz no procede de ninguna fuente externa sino interna, generalmente de una vela que contribuye a reforzar la teatralidad de las escenas y que es símbolo de la curiositas, así como de la esperanza depositada en la utilidad de lo inútil clamada por Ordine. Lo más útil es lo inútil. Pero experienciar lo inútil es lo más difícil para el ser humano actual, sentenció Heidegger y, para facilitar el camino, los protagonistas de los cuadros de Granell iluminan el bosque sin ánimo de lucro.

«Para iluminar un bosque», Federico Granell
Centro de Cultura Antiguo Instituto, Sala 1
C/ Jovellanos 21, Gijón
Hasta el 10 de enero de 2021