jueves, 10 de noviembre de 2022

En tránsito en Galería Utopia Parkway de Madrid



FEDERICO GRANELL
, AL CONTRALUZ

 

ENRIQUE ANDRÉS RUIZ

 

 

El pintor Federico Granell suele reunir cada tanto tiempo en unos libros gruesos y compactos viñetas, apuntes rápidos, instantáneas pintadas que atestiguan de ciertos momentos vividos o imaginados en los que, por la razón que fuera, refulgía la vida en plenitud. De hecho, el último de los tres volúmenes que ha publicado hasta ahora se titula Los mejores momentosY luego están sus pinturas, que suelen tener otra gravedad. En esta última serie titulada muy explícitamente En tránsito, un viajero, que puede ser cualquiera y que puede muy bien sentirse representado por el propio pintor, parece estar a la espera de que el viaje comience, y con él una nueva ocasión para que esa plenitud sea de nuevo rescatada, en otro lugar, lejos, mundo adelante.

Las pinturas están teñidas de una pasión contenida, gris, inmersa en unos espacios anónimos, como los de las zonas que parecen únicamente justificadas por ser lugares de paso. Esto hace que los acompañe la melancolía. Instantes en tránsito entre los dos cabos de la partida y la llegada, momentos vacíos frente a los inmensos ventanales de los aeropuertos, siluetas recortadas al contraluz de las pistas cegadoras.

En uno de sus últimos libros, tan breve y seco como los otros, el filósofo germano-coreano Byung-Chul Han habla exactamente del “el olvido de las cosas en el arte”. El libro se titula No-cosas y, sí, es tambiéncomo los otros,insidiosamente agudo. El crítico e incómodo pensador se detiene a examinar las consecuencias que para el arte ha tenido la suplantación de esa relación entre cuerpos y cosas que invita a la percepción de los sentidos, por otra que se produce estrictamente entre significados, entre datos que circulan como informaciones. Sin embargo, la obra de arte —dice Han— “no es un mero portador de ideas”. “Una obra de arte significa más que todos los significados que puedan extraerse de ella”.

La inflación conceptual de los mensajes políticos y sociológicos ha logrado al fin hacer de nuestros museos y centros de arte algo parecido a sitios que no parecen hechos para el gozo y el estremecimiento de la sensibilidadsino únicamente para fabricar y transmitir unas informaciones por cierto absolutamente consabidas y predecibles. En un sentido general, diríamos con nuestro filósofo que este mundo virtual y digitalizado “se vacía de cosas y se llena de una información tan inquietante como las voces sin cuerpo”. Como esos espacios, diríamos, y esos instantes a la espera y con el deseo de la experiencia de la plenitud que aparecen en las excelentes pinturas grises de Federico Granell.

En realidad, la reflexión sobre este tipo de negaciones de la experiencia tiene unos años. A comienzos de los años noventa, el antropólogo francés Marc Augé publicó un libro que se hizo célebre dedicado a los ”no-lugares”, una expresión que enseguida comenzó a ser aplicada en muchos ámbitos sin necesidad de haber leído el libro. La fórmula era capaz de describir la condición común a aquellos espacios —aeropuertos, salas de espera, zonas compartidas de los centros comerciales y, en general, todas las modalidades contemporáneas de la extensión únicamente dispuestas para el tránsito, la falta de fijeza, de memoria y de identidad. En ellos se escucha el remoto zumbido de la electricidad insomne o se palpan las pulidas superficies de las señales luminosas. Inmensos espacios con consistencia de acero o de cristal. Brillantes pavimentos pulidos como lagos. Las retículas geométricas de los ventanales.

Curiosamente, esta melancolía asordinada y anónima de los “no-lugares” ha prendido en la obra de no pocos pintores contemporáneos que parecen resistir así —con la pintura, el arte más carnal y físico que existe— a la reducción del arte a los significados morales o sociales o políticos. Los despegues de los aviones en el crepúsculo, su abandono o su vacía presencia en el hangar, han sido asunto frecuente en las pinturas de Dis Berlín, de Juan Cuellar; los moteles y las habitaciones de una noche, en las de Gonzalo Sicre; las salas de espera, con su mobiliario modular y seriado, la luz cenital de los fluorescentes, en las de Teresa Moro

En esta última colección de pinturas de Federico Granell, la pasión contenida que espera recobrar la plenitud del cuerpo y los sentidos aguarda en la sombra mientras contempla la luminosidad reverberante del exterior. Espera que, ahí afuera, más allá de las montañas, de las nubes, al otro lado del sol, un paisaje remoto nos vuelva a envolver en lux, calme et volupté, como en los instantes que el viajero quiso pintar con urgencia en su libreta de apuntes.




 

Drawing Room Lisboa 2022

 Participación en Drawing Room Lisboa de la mano de la Galería Metro. 


martes, 27 de septiembre de 2022

Feria Marte con la galería Llamazares

Participación en la Feria Marte de Castellón y adjudicación del Premio de Adquisición Ube corporation. 


domingo, 1 de mayo de 2022

Los paisajes que me habitan en la galería Llamazares










 Il piu nell`uno

 

 

¿Has considerado que el paisaje ha tomado sustancia y

forma para que se le pueda representar en un cuadro?

Walt Whitman, Hojas de hierba1855

 

Federico Granell coge de nuevo los pinceles para redescubrir el paisaje, para realizar un viaje interior por un entorno ya conocido en el que se respira la atmósfera del norte. El artista concibe el paisaje como evasión, comouna exploración pictórica pero también emocional. El escritor y filósofo Ralph Waldo Emerson sentenció en Naturaleza, el ensayo más representativo de su pensamiento, que “para el cuerpo y la mente la naturaleza es un tónico medicinal que vivifica”. Lo terrenal y lo espiritual se funden en el ambiente de cada cuadro y de cada cuaderno. Lo finito y lo infinito convergen sobre el lienzo y el papel. Dualismos reforzados por la pequeñez de las figuras ante la inmensidad de la montaña, el mar o la ruina. Aun con estas dicotomías, son obras que transmiten una reposada sensación de unidad. Las partes están perfectamente integradas en el todo. Según R. W. E.: 

Los parámetros de la belleza vienen dados por todo el recorrido de las formas naturales, por la totalidad de la naturaleza: lo que los italianos quisieron expresan al definir la belleza como “ilpiu nell`uno”. Nada es del todo bello por sí solo: solo es bello en la totalidad.

Sujeto y paisaje cohabitan, como en el Romanticismo, en unas escenas dominadas por la introspección y una aparente suspensión del tiempo. Aparente porque todo sigue su curso. Porque en presencia de la naturaleza, el ciclo del eterno retorno se manifiesta en su esplendor frente a la linealidad del progreso. La experiencia estética de la belleza y de lo sublime, el placer de observar un paisaje autónomo, emancipado de cualquier función utilitaria, también supone un acto de resistencia hacia el (des)orden que opera a nuestro alrededor. En El paisaje habitado Carlos Muñoz Gutiérrez reflexiona: 

Los paisajes, aparentemente, son esas imágenes que deseamos perpetuar. Pintamos cuadros, fotografiamos, describimos en poemas o filmamos. No sabemos de dónde procede la fuerza de esas imágenes, si de nuestra mirada de algo que aparece entre el caos perceptivo que el mundo nos ofrece o, más probablemente, de una combinación de ambas cosas; pero, me atrevería a decir, el hombre habita el mundo construyendo, representado o imaginando paisajes.

Federico Granell habita los paisajes que pinta y dibuja en la misma medida en que los paisajes pintados y dibujadosle habitan a él. En ellos, la contemplación desinteresada y el pensamiento metafísico caminan en paralelo porque, como señala Claudio Minca, “interrogarse sobre el paisaje significa interrogarse sobre el significado del mundo”. 

 

 

Natalia Alonso Arduengo 

Comisaria y crítica independiente