martes, 12 de junio de 2012

cuaderno de a cielo abierto


texto de jose rodríguez-vigil reguera para el cuaderno de la exposición en una edición limitada de 25 unidades:
  ankara era ya una mancha borrosa en la distancia. el autocar, ruidoso caballo de acero cromado, surcaba la carretera bajo los primeros rayos matinales de un sol que se prometía implacable. aún sacudiéndose el sueño, los viajeros contemplaron el horizonte de la estepa tapizada por campos de cereal, como un manto uniforme solo a veces interrumpido por aldeas y viejos caravansares. crisol de linajes, lenguas y creencias, anatolia se mostraba ante ellos en plenitud a medida que entraban en su corazón. un sentimiento de extrañeza les invadió progresivamente, sabiéndose forasteros en una tierra recóndita y pura [...]
 tuz gölu. poco antes del mediodía los viajeros llegaron al gran lago salado. las aguas teñidas de blanco se extendían sin límite, perdiéndose en perspectivas inalcanzables. como un enorme espejo velado, tendido entre el cielo y el suelo, el lago impresionó a algunos, fascinó a otros y provocó inesperados minutos de silencio y contemplación. por parejas, en hilera, a veces de uno en uno, fueron recorriendo sus orillas, subiendo, bajando, trepando, tropezando, gateando, abrumados por la repentina fuerza de un paisaje inerte [...]   finalmente, los viajeros alcanzaron capadocia. los caminos polvorientos les llevaron por cavernas recónditas, ciudades arruinadas detenidas en el tiempo, rocas afiladas, paisajes de ensueño y pesadilla, misteriosos pueblos de nombre impronunciable. allí, a cielo abierto, bañados por la luz violácea del atardecer, muchos vislumbraron por un momento la infinitud de los siglos, el peso de la historia, y comprendieron, entre tantos vestigios arcaicos, la grandeza del mundo y la angustiosa pequeñez de sus propias vidas. revelación inesperada: la tierra eterna, el hombre pasajero. esa noche, cobijados en un modesto hotel en medio de la nada, algunos de ellos no pudieron conciliar el sueño.


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